La lactancia en el antiguo Egipto, su trascendencia nutricional humana , divina e iconográfica en el arte del antiguo Egipto
- JUANEDA GABELAS, MANUEL
- Rafael Tojo Sierra Director
- Manuel Núñez Rodríguez Co-director
Defence university: Universidade de Santiago de Compostela
Fecha de defensa: 30 November 2004
- José María Fraga Bermúdez Chair
- María Dolores Barral Rivadulla Secretary
- Gerardo Pérez Calero Committee member
- Rafael Jiménez González Committee member
- Andrés Antonio Rosende Valdés Committee member
Type: Thesis
Abstract
Pocas culturas como la agipcia pueden vanagloriarse de certificar la importancia que la leche de mujer tuvo en el pensamiento humano. Ha sido así hasta tal punto, que la huella de leche materna se puede seguir interrumpidamente a lo largo de todo el curso existencial humano, de cuando aún habitaba en el vientre materno hasta más allá de la muerte. Aquí radica la grandeza del hecho lácteo y su influencia en la manifestación vital y espiritual del hombre egipcio. La lactancia materna, gesto de donación generosa de la leche por la mujer, hacia el propio hijo o el ajeno, indujo en el hombre, ricos e indelebles significados como ser biológico, psíquico; y como ser pensante: filósofo y antropológico; y en definitiva, como hacedor de cultura, y fabricante de normas de convivencia y de religión. La lactancia finalmente es un capítulo indispensable en el inicio vital del hombre nada ajeno al hecho descrito, el medio insoslayable de garantizar para el presente y el futuro, con la cosa alimentaria, el éxito del milagro de la concepción y la supervivencia del patrimonio genético. La lactancia duraba los tres primeros años de la vida del niño en el Antiguo Egipto. La leche de mujer fue el alimento imprescindible, una primordial fuente hídrica, energética e inmunitaria, que mantuvo las esperanzas de expectativa de vida de la población infantil durante milenios. El mayor deseo de toda familia egipcia que se preciara era el de tener descendencia. El niño vivía inmerso en la unidad familiar, plenamente integrado y amparado por la madre, o ante la falta de ésta, por la nodriza o cuidadora durante el tiempo de la lactancia creando un auténtico espacio de protección exclusivo. Transcurrido este plazo, iniciaba la andadura hacia la madurez de quien era tenido como un adulto en ciernes. En definitiva, la leche de mujer fue el catalizador perfecto que fundió las virtudes nutritivas de aquélla con la educación en la primera infancia